Me gustaría comprar un ereader, pero…
Artículo publicado en 2015 y revisado en 2023
En primer lugar, no leo ni de lejos la cantidad de libros que leen algunas personas que conozco o que sigo en los medios sociales.
En casa hay cientos de obras de papel que no he abierto, sin embargo, —casualidad o capricho— la pequeña lista de textos que sí me gustaría empezar o terminar no está en nuestras estanterías.
Podría leer más desde la tableta, mi móvil actual o el netbook tras mínimos clics. No obstante, algunos ebooks me esperan en aplicaciones y favoritos, pues las correspondientes pantallas Retina, TFT y LED no resultan ideales para leer. Una funda e-ink para la tableta vendría bien... lástima que todavía sean prácticamente un experimento. Además, en cuanto a movilidad, suelo llevar el teléfono siempre conmigo, pero 3,27 pulgadas muestran páginas diminutas. Por su parte, pese a las ventajas de un portátil ligero, pocas posturas permite; ya no hablemos del ordenador de sobremesa.

Que leeré más con un ereader quizá sea un deseo, promesa o reto. ¿No leo tanto como me gustaría porque no tengo un dispositivo especializado o excuso comprar un ereader porque en realidad soy de leer poco?
A mis anteriores quejas de primer mundo, podría añadir los pros de la tinta electrónica o los de concentrar los ebooks en el mismo aparato.
Al final supongo que el tema se reduce a una cuestión de dinero. Si el ereader costara poquísimo o me saliera gratis, no necesitaría justificarme su existencia. Por tanto, me da que debería mirar concursos que lo ofrezcan como recompensa y dilema disuelto. Bueno, o no: sopesar qué modelo concreto conviene no es asunto trivial.
Actualización: Me compré un Kindle del que opiné, lo uso de vez en cuando y no me arrepiento.